¡Ey, camaleones! Antes de arrancar el DeLorean y pisar a fondo hacia el siglo VIII a.C., déjame ponerte los colmillos largos con las dudas jugosas que vamos a despejar en este episodio:
¿De verdad el Vaticano debe su nombre… a una uva?
¿Qué brebaje lisérgico se bebían los arúspices etruscos antes de “vaticinar” el porvenir?
¿Cómo demonios pasó una colina llena de viñas y tumbas a convertirse en la sede del poder católico?
¿Qué papel jugó Nerón –sí, el de la lira y las llamas– en todo este tinglado?
¿Por qué “vaticinar” y “vaticano” comparten raíz etrusca y un toque de hierba alucinógena llamada Batiza?
¿Qué pinta San Pedro boca abajo en esta historia y cómo acabó su tumba bajo la basílica más famosa del planeta vino-adjacente?
Abróchate el cinturón, sirve una copa de lo que tengas a mano y prepárate para un viaje en el que mezclamos viticultura, alucinógenos y un buen puñado de emperadores cabrones. El mundo del vino, ya sabes: BAJO EN TONTERÍAS, alto en sorpresas.