
About
No hay atributo más constante, más tierno, más evidente en la historia del pueblo de Dios que Su fidelidad. Desde el Edén hasta el Apocalipsis, Dios ha permanecido fiel —no por obligación, sino por naturaleza. Él no cambia, no titubea, no olvida. Lo que dice, lo cumple. Lo que promete, lo sostiene. Y lo que comienza, lo perfecciona.