Enseñanzas Glorioso Amanecer

Hermanos, hoy quiero que reflexionemos en algo que puede cambiar nuestra perspectiva de vida: la certeza de que Dios cumplirá Su propósito en nosotros. Este mundo, lleno de desafíos y obstáculos, intenta continuamente desviarnos de los planes de Dios.

El pueblo se desanimó por el camino, pero Dios no los abandonó. Las quejas fueron graves, pero su misericordia fue más grande. Y el corazón cansado encontró sanidad… cuando volvió a mirar hacia Dios.

Las quejas del pueblo no eran solo palabras. Eran un reflejo de corazones inconformes. La boca habló lo que el alma escondía. La queja, muchas veces, es una forma de rebelión contra la voluntad de Dios.

Muchos creyentes hoy están desanimados. No por falta de promesas, sino por la dureza del proceso. La oración ya no fluye. La adoración se ha vuelto rutina. El alma no canta. El corazón se cansa. El pueblo de Israel también pasó por eso.

No hay atributo más constante, más tierno, más evidente en la historia del pueblo de Dios que Su fidelidad. Desde el Edén hasta el Apocalipsis, Dios ha permanecido fiel —no por obligación, sino por naturaleza. Él no cambia, no titubea, no olvida. Lo que dice, lo cumple. Lo que promete, lo sostiene. Y lo que comienza, lo perfecciona.

¿Alguna vez te has despertado con un nudo en el estómago? No porque algo haya salido mal, sino porque simplemente no sabes qué traerá el mañana. La mente empieza a correr: ¿Qué pasará con mis hijos? ¿Y si las cosas se complican? ¿Tendré lo suficiente? ¿Y si Dios no responde?Ese miedo silencioso que nos acompaña no siempre se nota por fuera. Seguimos trabajando, sirviendo, y haciendo lo que...

Finalmente, el llamado a vivir para el Señor es un recordatorio de que nuestras vidas tienen un impacto eterno. Pedro escribe: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10). Este versículo nos desafía a usar lo que Dios nos ha dado para bendecir a otros, dejando una huella que glorifique Su nombre y...

Para vivir para el Señor, es fundamental entender quiénes somos en Él. Sin una comprensión clara de nuestra identidad en Cristo, es fácil caer en la trampa de definirnos por lo que hacemos, lo que tenemos o cómo nos perciben los demás. Pero nuestra verdadera identidad no está anclada en estas cosas temporales; está arraigada en lo que Dios ya ha hecho por nosotros.

Esta es una pregunta que muchos de nosotros hemos escuchado, pero si somos honestos, puede ser difícil de responder. Es fácil pensar que significa leer la Biblia, orar, asistir a la iglesia, y sí, todas estas cosas son importantes. Pero vivir para el Señor no se trata de cumplir con una lista de tareas religiosas. Es mucho más profundo. Es un cambio radical en cómo pensamos, cómo vivimos y cómo...

La maldad no es nueva, pero sí es creciente. Y el pueblo de Dios debe responder con oración, discernimiento y dependencia. Ante esta realidad no estamos solos. No estamos desprotegidos. Pero sí necesitamo levantar clamor y mantenernos firmes.