Para la mayoría de las personas, ser bautizado es una experiencia reverente y pacífica. Sin embargo, el bautismo de Emma Smith y otros fue interrumpido por un populacho que se burló de ellos, los amenazó y los obligó a huir. Luego, justo cuando José estaba a punto de confirmar a los nuevos miembros, fue arrestado por perturbar a la comunidad con su predicación. En medio de toda esta oposición, ¿cómo podía Emma encontrar la seguridad de que estaba haciendo lo correcto? En el mismo lugar donde todos podemos encontrarla: por medio de la revelación del Señor. Él habló a Emma sobre “las [cosas] de [un mundo] mejor” —Su reino— y su lugar en él. Le dijo que no temiera, que “eleva[ra] [su] corazón y [se] regoc[ijara]” y que “[se] adhi[riera] a los convenios que ha[bía] hecho”, y que estas palabras de aliento y consejo son Su “voz a todos” (Doctrina y Convenios 25:9–10, 13, 16).