La vida no siempre sigue nuestros planes, y a veces nos pone pruebas inesperadas o nos repite lecciones hasta que las aprendemos. Aunque el dolor del fracaso puede ser abrumador, no se trata de lo que perdemos, sino de lo que necesitamos aprender. Cada experiencia tiene un propósito: fortalecer nuestra paciencia, hacernos más resilientes o mostrarnos que merecemos más. En lugar de preguntarnos "¿por qué me pasa esto?", deberíamos cuestionarnos "¿para qué?". El pasado no debe ser una cadena, sino un mapa que nos guíe hacia un futuro con mayor conciencia. Soltar el control y confiar en el proceso es la clave para vivir con plenitud.