< S. Mateo 11

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[1] Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.
[2] Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,
[3] para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
[4] Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis.
[5] Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
[6] y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.
[7] Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
[8] ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están.
[9] Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
[10] Porque este es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.
[11] De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.
[12] Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
[13] Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
[14] Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.
[15] El que tiene oídos para oír, oiga.
[16] Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros,
[17] diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.
[18] Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene.
[19] Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.
[20] Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo:
[21] ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza.
[22] Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.
[23] Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy.
[24] Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.
[25] En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
[26] Sí, Padre, porque así te agradó.
[27] Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
[28] Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
[29] Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
[30] porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.