< S. Lucas 21

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[1] Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
[2] Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas.
[3] Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos.
[4] Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas esta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
[5] Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
[6] En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida.
[7] Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?
[8] Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos.
[9] Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
[10] Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;
[11] y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.
[12] Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre.
[13] Y esto os será ocasión para dar testimonio.
[14] Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
[15] porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.
[16] Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros;
[17] y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.
[18] Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
[19] Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
[20] Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.
[21] Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
[22] Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
[23] Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
[24] Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
[25] Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;
[26] desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
[27] Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
[28] Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.
[29] También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.
[30] Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
[31] Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
[32] De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
[33] El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
[34] Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
[35] Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
[36] Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
[37] Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
[38] Y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle en el templo.