< S. Lucas 19

Listen to this chapter • 5 min
[1] Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.
[2] Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,
[3] procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
[4] Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
[5] Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
[6] Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
[7] Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
[8] Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
[9] Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
[10] Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
[11] Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
[12] Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.
[13] Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
[14] Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros.
[15] Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
[16] Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
[17] Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
[18] Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
[19] Y también a este dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
[20] Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
[21] porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
[22] Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
[23] ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?
[24] Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
[25] Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
[26] Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
[27] Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí.
[28] Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
[29] Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
[30] diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
[31] Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
[32] Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.
[33] Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
[34] Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
[35] Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
[36] Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
[37] Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,
[38] diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
[39] Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
[40] Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían.
[41] Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
[42] diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
[43] Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
[44] y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
[45] Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
[46] diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
[47] Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
[48] Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.