< S. Juan 11

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[1] Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.
[2] (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)
[3] Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.
[4] Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
[5] Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
[6] Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
[7] Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.
[8] Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
[9] Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
[10] pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.
[11] Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
[12] Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará.
[13] Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
[14] Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;
[15] y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.
[16] Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
[17] Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
[18] Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;
[19] y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
[20] Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
[21] Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
[22] Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
[23] Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
[24] Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
[25] Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
[26] Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
[27] Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
[28] Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
[29] Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
[30] Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
[31] Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
[32] María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
[33] Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,
[34] y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
[35] Jesús lloró.
[36] Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
[37] Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
[38] Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
[39] Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
[40] Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
[41] Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
[42] Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
[43] Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
[44] Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
[45] Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.
[46] Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
[47] Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales.
[48] Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.
[49] Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada;
[50] ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.
[51] Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;
[52] y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
[53] Así que, desde aquel día acordaron matarle.
[54] Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos.
[55] Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse.
[56] Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?
[57] Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen.